lunes, 30 de enero de 2012

Cosas Electronicas

Esta es la historia de un viejo añejo, ermitaño y bien negruzco por el tizne de su cocina a leña seca, pocas veces comía y a su edad ya estaba loco, debe haber tenido 83 años, casi ni miraba y balbuceaba palabras que nadie entendía, era un viejo con muchos espasmos y creo que ya tenia cirrosis y una tos que daba impresión que le quedaba poco tiempo, tenia 6 perros que se echaban en su cama para no pasar frío en las noches, tenia un taller donde juntaba piezas electrónica de todo tipo en donde pasaba todo el día tratando de arreglar, desarmar, mutilar y darles nuevos usos. Él Vivía en un pueblo sureño donde el cielo siempre estaba rojizo y tapado por nubes que terminaban en relámpagos y truenos interminables, todas eran durante las noches de una semana semi completa.





Era muy raro su mundo, en su taller tenía muchas cosas, tenía mil televisores, quinientos celulares, muchos computadores, la carcasa de un avión comercial completo, tenia juguetes, microondas, jugueras, planchas, en general solo basura, el viejo terco estaba seguro que podía darle vida nuevamente.

Al poco tiempo el viejo añejo murió, todas sus cosas quedaron botadas al tiempo y la intemperie, un amigo que fue a verlo en su funeral y entierro se quedó a ocupar el lugar del viejo añejo, y como tenia la misma edad y mucho de parecidos, esta historia se volvió a repetir.




Al poco tiempo llevo a su joven sobrino para que lo acompañase y aprendiese todas las cosas que le enseñara, ambos se hicieron experto en darle vida a las cosas electrónicas con las piezas mutiladas, en las noches sin saberlo, los artefactos  electrónicos daban señales de aun estar viviendo y eso que no tenía electricidad,  se encendían y todos juntos hacían sus sonidos propios de cuando se encontraban funcionando, encendían luces, echaban chispas y en realidad metían harta bulla, en la madrugada asustaban al joven pero no el viejo que ya estaba acostumbrado y seguía roncando en su cama con media docena de perros heredados.

Marco Briceño 

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©Marco Briceño A

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