viernes, 25 de mayo de 2012

Jenaro Gajardo: Dueño de la Luna



En 1954, un ciudadano chileno se declaró propietario de nuestro satélite natural. Quería crear un mundo más justo. Crease o no, hasta el mismísimo Richard Nixon le pidió permiso para el primer alunizaje norteamericano.

No hay duda que la primera reacción es una sonrisa irónica: ¿la Luna tiene dueño?. Pero, aunque parezca poco creíble, es cierto. Su propietario fue el chileno Jenaro Gajardo Vera, un abogado, poeta, pintor y también violinista apasionado que vivió en el balneario Rocas de Santo Domingo, a 130 km de Santiago.

He aquí la historia de Don Gajardo, el abogado que un día se presentó ante un escribano y le dijo: "Vengo a inscribir la Luna como mi propiedad".


 Desde 1868, existe en la Región del Maule el Club Talca. Allí concurrían los distintos miembros de la ya alicaída aristocracia talquina. Los Donoso, Cruz, Silva y Concha eran los apellidos que resonaban entre los socios.
Don Jenaro Gajardo intentó ser miembro del privativo Club. Una noche de septiembre de 1954 fue invitado a una cena. Se le dijo que como tenía título profesional podía ser admitido como miembro, pero uno de los comensales (socio del exclusivo club) se opuso a su afiliación pues antes debía acreditar, por lo menos, un bien raíz.

“Cuando salí de la sesión – recordó Gajardo – me fui caminando hasta la Plaza. Me molestó que se diese tanta importancia a las cosas materiales”.
Fue en ese momento cuando alzó la vista y vio al resplandeciente satélite. No tardó mucho en cavilar su iniciativa: sería el dueño de la luna.


En septiembre de 1954 Jenaro se presentó ante el escribano del Departamento de Bienes Raíces de la ciudad de Talca con un documento donde se declaraba así mismo dueño del satélite “desde antes de 1857” (fórmula usada en la época para sanear terrenos sin título de dominio). El escribano levantó la vista, lo miró un largo rato en silencio y después le dijo:

“Don Gajardo, usted tiene razón, la Luna tiene dimensiones, deslindes, no tiene dueño y nada impide que lo tenga. Si usted publica un aviso durante 3 días en el Boletín Oficial y nadie se opone, la Luna es suya. Pero lo van a tildar de loco”.
“No importa”, dijo Jenaro.

La mítica escritura reza lo siguiente:

“Jenaro Gajardo Vera, abogado, es dueño, desde antes del año 1857, uniendo su posesión a la de sus antecesores, del astro, satélite único de la Tierra, de un diámetro de 3.475.00 kilómetros, denominada LUNA, y cuyos deslindes por ser esferoidal son: Norte, Sur, Oriente y Poniente, espacio sideral. Fija su domicilio en calle 1 oriente 1270 y su estado civil es soltero. Jenaro Gajardo Vera. Carné 1.487.45-K Ñuñoa.Talca, 25 de Septiembre de 1954. (Archivo Jaime González Colville).



Con el título en sus manos, regresó al Club Talca. Hubo sonrisas, y muchas caras de sorpresa, asombro y desconcierto. Pero finalmente lo había conseguido: fue aceptado como socio.
La noticia comenzó a circular por los distintos diarios de todo el mundo. Mario Kreutzberger leyó la noticia y lo invitó a “Sábados Gigantes”. Con su carácter socarrón, el animador le dijo que mucha gente lo consideraba “rayado” por aquella propiedad lunar. A lo que Gajardo le respondió:






“Le voy a contar por qué inscribí la Luna. Mi ideal era crear un mundo mejor, no me gusta la gente de la Tierra, está llena de envidias, rencores, odios. No hemos podido suprimir las guerras, hay tanta violencia. Por eso, un día miré hacia la Luna y me ilusioné como un niño. Me imaginé la posibilidad de crear allá arriba un ámbito nuevo, con gente buena, capaz de amar, de crear un mundo digno y justo…”. Cierta vez, cuando Jenaro visitaba Buenos Aires, una joven pareja le pidió permiso para pasar la luna de miel en el satélite. Les dijo que sí por 3 motivos: porque eran jóvenes, porque se amaban y porque no habían perdido la posibilidad de soñar…

Pero no todo fue color de rosas para Don Gajardo pues la idea de que la Luna tuviera dueño tuvo bastante rechazo entre los poetas. Un joven escritor chileno desató la polémica al enviar una carta pública a Jenaro donde le decía que “Usted puede tener todos los títulos de propiedad que quiera, pero en justicia la Luna es de todos los poetas del mundo”. La respuesta, más propia de poeta que de terrateniente, fue que “El día que los jóvenes y los poetas dejen de rebelarse, la humanidad estará perdida. Yo no quise apropiarme de la Luna con fines egoístas, de lucro. Fue sólo la realización de un sueño infantil que me acompañó toda la vida”.

Fotocopía de la escritura.

Una vez, los inspectores de impuestos visitaron al insólito propietario. Habían descubierto que nunca había declarado el satélite y que, por lo tanto, se había convertido en el primer evasor cósmico. La respuesta de Don Gajardo fue que si querían cobrarle impuestos él no tenía ningún tipo de inconvenientes. “Vayan hasta mi propiedad, mídanla, tásenla, hagan números y después me dicen. Si quieren, los acompañó”. Desde luego los inspectores no insistieron más.

Pero el mayor orgullo del ex abogado fue en el año 1969 cuando el mismísimo Presidente de los EEUU, Richard Nixon, le pidiera permiso para que los astronautas Edwin Aldrin, Michael Collins y Neil Armstrong pudiesen descender del Apolo XI a la luna. El comunicado rezaba lo siguiente:

"Solicito en nombre del pueblo de los Estados Unidos autorización para el descenso de los astronautas Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que le pertenece". Richard Nixon, 1969.

A lo que Don Gajardo respondió lo siguiente:

"En nombre de Jefferson, de Washington y del gran poeta Walt Whitman, autorizo el descenso de Aldrin, Collins y Armstrong en el satélite lunar que me pertenece, y lo que más me interesa no es sólo un feliz descenso de los astronautas, de esos valientes, sino también un feliz regreso a su patria. Gracias, señor Presidente".


A pesar de la satisfacción, Jenaro dijo después que estaba bastante enojado pues nunca más lo consultaron, ni la NASA ni los soviéticos. “A todos les inicié demandas, porque no tienen derecho a invadir mi propiedad”, rezongaba.

Por último, cabe destacar que el tema de la Luna y Don Gajardo sentó jurisprudencia en materia de propiedad espacial. Una vez, el entonces Ministro de la Corte Suprema Rubén Galecio Gómez le dijo: “Bueno, si tú inscribiste la luna, yo puede hacer lo mismo con el planeta Marte”.
Gajardo respondió enérgicamente: “No puedes, por cuanto el Derecho Civil impide reclamar propiedad sobre un bien que no pertenece a la Tierra, como es el caso de Marte”.

En 1998, poco antes de fallecer, Don Gajardo extendió su testamento en la Notaría de Ramón Galecio, en Santiago. Al referirse a sus bienes, expresó: “Dejó a mi pueblo la Luna, llena de amor por sus penas”.

En fin, esa bella y misteriosa esfera de plata que ha iluminado a miles y miles de enamorados y que ha sido la musa inspiradora de los hombres de corazones románticos, tuvo dueño, y su nombre fue Don Jenaro Gajardo Vera.


martes, 22 de mayo de 2012

lunes, 7 de mayo de 2012

LAS NIEBLAS DE MARÍA LUISA BOMBAL

Hay algo cautivante en las fotografías de María Luisa Bombal. Bajo esa chasquilla corta, de niñas traviesa, sus ojos parecen vivos, observantes, como si la hubiesen congelado en medio de una sesión de hipnosis. "Ojos de venadito asustado", como ella misma los describe en uno de sus personajes, por boca de otro. "Criatura tan preciosa como fantástica", al decir de Hernán Díaz Arrieta, Alone.


Su belleza triste, trágica, de rostro melancólico, parece transportar hasta sus propios años, hasta sus amarguras, sus tristezas y desgracias, las que siempre marcaron su convulsionada vida, por algún terrible sino de fatalidad.
Una mujer que amó mucho; perdidamente, y se vio condenada a renunciar. Una escritora que, como la miel, concentró la calidad sobre la cantidad, recibiendo en reconocimiento apenas unos cuantos premios que sólo la alejaron del Nacional de Literatura, que jamás le fue concedido. Haberla conocido y haberme enamorado tanto de sus libros como de esos ojos que sólo puedo ver en fotografías en blanco y negro, es otro de los tantos favores que le debo a mi querido profesor de juventud, don Domingo Espejo.
María Luisa fue sobrepasada por la vida. Por la vida y por la muerte. Hasta intentó matarse y matar, estrangulada de amor. Fracasó en ambas empresas.

Finalmente, se suicidó, se arrebató la existencia a sí misma, lentamente, copa a copa. No le bastó con ser castigada con el olvido, por la desidia y la ingratitud nacional. Su mundillo de enajenaciones surrealistas y paisajes oníricos se diluyó como sus las flores de hielo de sus mismas narraciones, en el crisol de lo profano, de lo vulgar, abandonando este mundo lejos del pedestal de jade que merecía una de las más grandes escritoras latinoamericanas de todos los tiempos, traducida en su tiempo a idiomas tan distantes como el japonés.



SUS ORÍGENES Y SU VIAJE A PARÍS
María Luisa Bombal nació con la proximidad del centenario de la Independencia de Chile, en el Paseo Monterrey de Viña del Mar, el 8 de junio de 1910. Sus padres fueron Martín Bombal Videla y Blanca Anthes Precht, familia sumamente afrancesada que determinó el destino de la romántica niña que, como ella misma dijera, "escribía poesía en prosa".
Mientras realizaba sus estudios en el Colegio de las Monjas Francesas, fue golpeada por la muerte de su padre, en 1923. Doña Blanca decidió, entonces, mudarse hasta París, donde María Luisa pasaría la mayor parte de su adolescencia y juventud estudiando en el Convento de Notre Dame de l’Assomption y luego en el College Sainte Geneviève. Se titularía después en la licenciatura en Literatura y Filosofía en la Universidad de La Sorbonne.
Durante todo este período, sin embargo, no lo pasó bien. Su madre solía dejarla sola por largas jornadas, junto a sus hermanas, para salir a disfrutar de los placeres y atractivos dominicales de la Ciudad de la Luz. Desde temprano, entonces, María Luisa debió tomar conciencia de la soledad, que marcaría la mayor parte de su vida -irónicamente- como única compañía constante.
La personalidad de la bella joven se perfila ya como la de una mujer tímida, modesta. Su carácter risueño, que durará hasta el final de sus días, esconde la terrible introversión que domina todas sus conductas. También evidenciará una debilidad, misma que la llevaría a la tumba: el alcohol.


En la adolescencia.

LOS DOLORES DEL ALMA

Motivada por la dramaturgia, que ocuparía una fracción de sus trabajos, regresó a Chile en 1931. Se enamoró con la intensidad que sólo ella conocía del hombre que recibe a su familia en Santiago, y su galán, el pionero de la aviación civil Eulogio Sánchez Errázuriz, le ofrece matrimonio según Oreste Plath. Quizás fuera su primer hombre en varios sentidos, según se deduce de las declaraciones que ella misma daría tiempo después.
Pero la relación fracasa y es abandonada. El amor que María Luisa siente por Eulogio no es correspondido ni proporcional. Con el corazón destrozado, intenta suicidarse en la propia casa de su amado y con el arma de fuego de éste. Una cicatriz sobre su hombro le recordará por el resto de la vida lo cerca que llegó a acosarle la muerte.
En 1933, aún dolorida y triste, emigró a Buenos Aires. "No podía seguir viviendo entre sombras interiores", diría Plath. Aloja en la casa que el poeta Pablo Neruda tenía en la capital argentina, cuando oficiaba como Cónsul de Chile. Esta experiencia parece haber activado algún fuego interior en María Luisa, especialmente por haberse reclutado en el grupo de intelectuales de las letras de la Revista "Sur", dirigida por Victoria Ocampo, donde comienza su carrera literaria propiamente tal. Allí conocerá al artista plástico Jorge Larco, con quien vivirá un romance efímero, con matrimonio y separación incluidos. Después lo acusaría de ser homosexual y de haberse casado con él sólo por buscar compañía.
María Luida también hizo amistad con el gran Jorge Luis Borges, la que perduró toda la vida. No sabía, por entonces, que el autor de "El Aleph" ayudaría a dignificar los últimos años de existencia. En este ambiente, se codea además con Alfonsina Storni, Federico García Lorca y Conrado Nalé-Roxlo, entre otros.



Su juventud. Sonriendo, pese a todo.


Un retrato en acuarela, hecho por Larco.

PRIMERA PUBLICACIÓN

En 1935, publica en la revista argentina su primera entrada al mundo de los pasajes de ensoñación y fantasía onírica: "La Última Niebla", inspirada precisamente en su relación con Eulogio, según reconociera ella misma ya hacia el final de sus días.
Ya se ve, en este trabajo, el sello que después sería característico de la escritora: mujeres depresivas, melancólicas y ensimismadas son sus protagonistas, atrapadas en realidades dolorosas, de las que sólo la imaginación y la evasión puede rescatarlas. Casi es un reflejo de lo que sería su vida. Un hombre se presenta siempre como una sombra tormentosa, como una presencia-ausencia, como si los principios junguianos del animus y el ánima se eclipsaran.
"La muchacha que yace en ese ataúd blanco -escribe allí-, no hace dos días coloreaba tarjetas postales, sentada bajo el emparrado. Ahora está aprisionada, inmóvil, en ese largo estuche de madera, en cuya tapa han encajado un vidrio para que sus conocidos puedan contemplar su postrera expresión".
"Me acerco y miro, por primera vez, la cara de un muerto".
"Veo un rostro descolorida, sin ni un toque de sombra en los anchos párpados cerrados. Un rostro vacío de todo sentimiento".
"Esta muerta, sobre la cual no se me ocurriría inclinarme para llamarla porque parece que no hubiera vivido nunca, me sugiere de pronto la palabra silencio. Silencio, un gran silencio, un silencio de años, de siglos, un silencio aterrador que empieza a crecer en el cuarto y dentro de mi cabeza".
También se observa con "La Última Niebla" la exquisitez poética de sus descripciones, la maravilla del detalle, como si realmente dictara sus relatos entre sueños, con sus visiones de otro mundo:
"Me acomete una extraña languidez. Cierro los ojos y me abandono contra un árbol. ¡Oh, echar los brazos alrededor de un cuerpo ardiente y rodar con él, enlazada, por una pendiente sin fin... Me siento desfallecer y en vano sacudo la cabeza para disipar el sopor que se apodera de mi".
"Entonces me quito las ropas, todas, hasta que mi carne se tiñe del mismo resplandor que flota entre los árboles. Y así desnuda y dorada, me sumerjo en el estanque".
"No me sabía tan blanca y tan hermosa. El agua alarga mis formas, que toman proporciones irreales. Nunca me atreví antes a mirar mis senos; ahora los miro. Pequeños y redondos, parecen diminutas coronas suspendidas sobre el agua".
"Me voy enterrando hasta la rodilla en una espesa arena de terciopelo. Tibias corrientes me acarician y me penetran. Como con brazos de seda, las plantas acuáticas me enlazan el torso con sus largas raíces. Me besa la nuca y sube hasta mi frente el aliento fresco del agua".



Imagen de su joven época en París.
"LA AMORTAJADA"
Reconocida por sus pares platenses, María Luisa se animó a publicar un nuevo trabajo en 1938: "La Amortajada", donde se hará claro que la pluma de la escritora está cautiva en palacios imaginarios y en los reinos de Morfeo, de bosques y lagos encantados, a los cuales viaja una y otra vez para arrebatar fragmentos de realidad inocente, infantil, ajenas al vulgo:
"Sobre las rodillas de la niña, la lechuza mantenía abiertos los ojos, unos ojos redondos, amarillos y mojados, fijos como una amenaza. Pero, sin inmutarse, la niña sostenía la mirada. "No está bien muerta. Me ve. Ahora cierra los ojos poquito a poco... ¡Mamá, mamá, los párpados le salen de abajo!"."
"Pero ella no la escuchaba sino a medias, atenta a la masa violeta y sombría, que, desde el fondo del horizonte, avanzaba al encuentro del carruaje".
“¡Niños, a subir el toldo! Una tormenta se nos viene encima!”.
"Fue cosa de un instante. Fui sólo un viento oscuro que barrió contra ellos, ramas secas, pedregullo e insectos muertos".
La novela de "La Amortajada" estaba destinada a ser reconocida como el más importante de los aportes de María Luisa Bombal a las letras nacionales. Cuando se pasea por los pasajes mágicos del relato, no cuesta entender porqué. La fascinación por las fantasías es su camino a la plenitud, repitiendo símbolos arquetípicos como árboles, insectos y jardines:
"...Que ella tejía, no hasta sino tejer en la veranda de cristales que abría sobre el jardín, y que la suerte había querido que el fundo de él, aquella negra selva inculta, no dispusiera de un solo camino transitable; que así, de paso por un camino prestado, pudo admirarla, tarde a tarde, durante un año... que un pesado nudo de trenzas negras doblegaba hacia atrás su cabeza, su pequeña y pálida frente. Aquella primavera, como para tocar su mejilla, un árbol entraba al aposento, sus ramas cargadas de flores y de abejas..."
Los lectores chilenos pudieron conocer "La Amortajada" en 1941, cuando fue publicado por Editorial Nascimiento. Sin embargo, sería aquél uno de los peores años en la vida de la autora.



MÁS PUBLICACIONES
María Luisa continuó escribiendo en Buenos Aires. En la revista "Sur", publicó a continuación "El Árbol" y "Las Islas Nuevas", durante el año 1939, que continuarían con su senda de ensoñación en las letras.

Esto es lo suyo. Es definitivo. Allí se observa su obsesión, en "El Árbol", inducida ahora por los maestros de la música selecta:
"¡Mozart! Ahora le brinda una escalera de mármol azul por donde ella baja entre una doble fila de lirios de hielo. Y ahora se abre una verja de barrotes con puntas doradas para que ella pueda echarse al cuello de Luis, el amigo intimo de su padre. Desde muy niña, cuando todos la abandonaban, corría hacia Luis. Él la alzaba y ella le rodeaba el cuello con los brazos, entre risas que eran como pequeños gorjeos y besos que le disparaba aturdidamente sobre los ojos, la frente y el pelo ya entonces canoso (¿es que nunca había sido joven?) como una lluvia desordenada. "Eres un collar-le decía Luis-. Eres como un collar de pájaros"."
También formula allí una de las más hermosas descripciones que se haya hecho sobre la lluvia:
"Un pesado aguacero no tardaría en rebotar contra sus frías hojas. ¡Qué delicia! Durante toda la noche, ella podría oír la lluvia azotar, escurrirse por las hojas del gomero como por los canales de mil goteras fantasiosas. Durante toda la noche oiría crujir y gemir el viejo tronco del gomero contándole de la intemperie, mientras ella se acurrucaría, voluntariamente friolenta, entre las sábanas del amplio lecho, muy cerca de Luis".
"Puñados de perlas que llueven a chorros sobre un techo de plata. Chopin.Estudios de Federico Chopin".
Y en "Las Islas Nuevas", las divagaciones de mundos etéreos flotan solas por los párrafos:
"Mientras tanto, ella está en el extremo del jardín. Está agotada contra la última tranquera del monte, como sobre la borda de un buque anclado en la llanura. En el cielo, una sola estrella, inmóvil; una estrella pesada y roja que parece lista a descolgarse y hundirse en el espacio infinito. Juan Manuel se apoya a su lado contra la tranquera y junto con ella se asoma a la pampa sumida en la amarillosa luz saturnal. Habla. ¿Qué le dice? Le dice al oído las frases del destino. Y ahora la toma en sus brazos. Y ahora los brazos que la estrechan por la cintura tiemblan y esbozan una caricia nueva. ¡Va a tocarle el hombro derecho! ¡Se lo va a tocar! Y ella se debate, lucha, se agarra al alambrado para resistir mejor. Y se despierta aferrada a las sábanas, ahogada en sollozos y suspiros".
"Durante un largo rat0 se mantiene erguida en las almohadas con el oído atento. Y ahora la casa tiembla, el espejo oscila levemente, y una camelia marchita se desprende por la corola y cae sobre la alfombra con el ruido blando y pesado con que caería un fruto maduro".



REGRESO A CHILE Y ESCÁNDALO DEL CRILLÓN
La escritora decidió volver a Chile en 1940, cuando concluyó su trabajo "Mar, cielo y tierra".
Estando ya en Santiago, su obra "La Amortajada" fue publicada por Nascimiento, como hemos dicho, y en 1941 recibió su primera congratulación: el Premio de la Novela de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Sin embargo, el buitre de la desgracia había vuelto a posar la sombra de sus alas sobre ella, ese año, con un controvertido acontecimiento que condenó su destino y clavó definitivamente su vida en la estaca de la desdicha, desde aquel instante y para siempre.
Volver hasta su país la había puesto de frente, otra vez, con los dolores de un espíritu roto. No soportaba estar en la misma ciudad donde moraba también el hombre que no ha dejado de amar, en todos estos años. Santiago es su calvario. No puede olvidar a Sánchez Errázuriz. Cae en depresiones y adquiere un arma. Mala combinación; pésima.
El 21 de enero de 1941, María Luisa, enamorada hasta la perdición, se estrella con una postal de horror: ve a Eulogio saliendo del entonces famoso Hotel Crillón, ubicado en Huérfanos con Agustinas, y del que sobreviven sus hermosas columnas y faroles en esta esquina. La escritora pierde el juicio, y descarga tres tiros de su arma contra él.

Sánchez Errázuriz cae herido gravemente, pero se recupera. El escándalo es mayúsculo en la sociedad santiaguina.
Tras tocar con un pie la tumba, Eulogio se recupera y exime de todos los cargos a su ex novia. Los tribunales de justicia toman en consideración su gesto y logra zafarse del cargo de intento de homicidio. Ha pasado algunos meses por la correccional, perdida en sus sueños, en sus descripciones oníricas, ahora convertidas en pesadillas.
Sánchez Errázuriz contrajo matrimonio pero enviudó. El cáncer le arrebató a su mujer. Más tarde, él mismo murió en un accidente aéreo. "Me arruinó la vida, pero nunca pude olvidarlo", confesará María Luisa sobre su amor imposible, por el resto de su tempestuoso paso por el mundo.


María Luisa, en 1941.

SU EXPERIENCIA EN ESTADOS UNIDOS
La vergüenza y el reproche social le obligan a viajar a Estados Unidos, hacia 1942. Por segunda vez en su joven existencia, María Luisa Bombal debe autoexiliarse, traicionada por el corazón.
Esta experiencia, de 20 años, podría haber sido una consagración envidiable para su carrera, y la oportunidad de lavar las heridas. Pero el fantasma del infortunio continuó asediándola sin piedad.
Vivía en una triste soledad en el gran país. Su adicción al alcohol había empeorado. Curiosamente, y pese a haber pasado tanto tiempo en el extranjero, "algo" continuaba atándola íntimamente con su patria. ¿Sería su amor frustrado? Nunca optó por la nacionalidad estadounidense, pese a que esto le significaba algunas limitaciones y también le privó de recibir premios en esas tierras. En tanto continuaba escribiendo obras de teatro, ahora en inglés, publicando en 1946 su trabajo "La Historia de María Griselda". Poco después comenzó a trabajar en la UNESCO.
"La Última Niebla" se hizo conocida en la sociedad norteamericana, por entonces. Los productores de Hollywood se interesaron en el guión y compraron los derechos, por lo que María Luisa se trasladó hasta California para participar del proyecto fílmico de su obra, trabajando para el famoso director John Huston. La reescribe con el título de "The House of Mist" y también redacta el guión. Lauren Bacall y Humphrey Bogart, la pareja más famosa del medio, iban a tener los roles protagónicos.
Pese a las varias postergaciones, todo parecía seguro para consumar el proyecto, cuando se iniciaron las famosas investigaciones promovidas por el Senador Joseph R. McCarthy, contra la infiltración comunista en el mundo de las artes, espectáculos y la cultura yanqui. Bacall y Bogart, ambos comprometidos con el izquierdismo, despiertan las sospechas de quienes sostienen la lupa.

Ante la desazón de María Luisa, Huston es obligado a detener el proyecto cinematográfico.


María Luisa en la madurez, durante su vida en EE.UU.

UNA FAMILIA PROPIA
La escritora se había cambiado hasta la otra costa, y se establece en New York. Había conocido, en tanto, a Raphäel de Saint-Phalle, Conde y prestigioso banquero francés, con quien contrajo matrimonio el 1º de abril de 1944. Con él tiene su primera y única hija: Brigitte de Saint Phalle Bombal. Aunque el nombre Brigitte era el de uno de sus personajes de novelas, la vida le obligará a ver escasamente a su amada hija en tiempos posteriores.
Su matrimonio no tarda en entrar en crisis, con constantes rupturas y vueltas, desde allí en adelante. Visita Chile, entre medio, como si su ancla siguiera acá, en este país donde viviese tanta ingratitud. Tarde o temprano, entonces, tendría que regresar.
El rigor de la vida ha comenzado a agotar su capacidad de plasmar magníficamente los sueños, en las hojas impresas. En 1960, publica su último trabajo propio: "La Maja y el Ruiseñor". Al año siguiente, Alone escribiría sobre ella, recordando un encuentro:
"Antes de media hora entraba al "living" un ser completamente extraordinario; no por la manera de vestir: era una señora elegante; ni por el modo de hablar, aunque vehementísimo; tampoco la cara, juvenil, animada, con unas chasquillas infantiles y un mirar directo, al mismo tiempo curioso y natural, con algo más allá de las pupilas, una especie de iluminación, acaso simplemente por una razón muy sencilla y del todo explicable: por esa invisible vestidura que cada cual recibe al nacer y lo acompaña a donde va, que lo precede y lo sigue".


Encuentros con Jorge Luis Borges, hacia sus últimos años.

VUELTA A CHILE Y NEGACIÓN DEL PREMIO NACIONAL
En 1969, Saint-Phalle fallece, dejando viuda a María Luisa. Soportará en tal condición sólo unos pocos años más en Norteamérica. Sintiendo terminada su larga aventura en los Estados Unidos, decide regresar en 1971. Tras un nuevo paso por Buenos Aires, viaja a la capital chilena que, por entonces, estaba sobrepasada por los conflictos políticos y el olor a pólvora rondando en el aire.
Aunque su pasado aún la persigue, su regreso a Santiago le brinda la oportunidad del reconocimiento que se le ha negado por décadas. En 1975, recibe el Premio Ricardo Latcham, otorgado por el Pen Club; y en 1976 es condecorada con el Libro de Oro de los Amigos del Libro y el Premio Academia Chilena de la Lengua. En 1978, recibe el Premio Joaquín Edwards Bello.

Pero nada de esto es suficiente para sus seguidores: inevitablemente, será propuesta para el Premio Nacional de Literatura.
Encuentra opositores en los círculos intelectuales de la época: El Director de la DIBAM y jurado del premio, Enrique Campos Menéndez, se resiste a la premiación de la escritora. Desde ambos lados del espectro político la cuestionan, no faltando las excusas. Más tarde, el mismo Campos Menéndez estará en su funeral, dando un encendido discurso sobre cuánto merecía el premio.
¿Por qué, finalmente, no recibió el Premio Nacional de Literatura? El debate al respecto sigue vigente. Es cierto que la calidad de los competidores fue relativamente alta en las entregas donde compitió María Luisa. En 1974 lo recibió Sady Zañartu, a nuestro juicio el más digno merecedor de todos los que se lo arrebataron a la escritora. Aunque gran parte de su trabajo está más relacionada con la investigación histórica, recién ese año se había creado el Premio Nacional de Historia y lo recibió otro destacado estudioso: Eugenio Pereira Salas. A la sazón, Zañartu tenía 81 años, por lo que esto puede haber garantizado, además, la orientación del jurado al premiarlo ese año, descartando a los favoritos como María Luisa y Alberto Romero.
Pero, en 1976, fue premiado Arturo Aldunate Phillips, y en 1978 Rodolfo Oroz. Comparados con ella, ambos literatos palidecen. Los dos habían sido respaldados por la Academia de la Lengua, no obstante. A María Luisa, en cambio, se le seguía enrostrando la"poca obra" que acumulaba, pese a que, en 1976, los amigos de la literata habían publicado en Chile sus trabajos "La Historia de María Griselda" y "Las Trenzas", con lo que habían creído superado este estigma. Hasta Jorge Luis Borges viajó a Chile en 1976, para solicitarle al General Pinochet una pensión de gracia para María Luisa. Alone también proclama su preferencia por la escritora, desde "El Mercurio". Y Borges regresa a Chile en 1977, esta vez a Valparaíso, donde presenta y comenta "La Historia de María Griselda" en favor de la postulación de su amiga.

Pero ni siquiera esta fórmula resultó: la decisión de no premiarla, ya había sido tomada.
Así, María Luisa Bombal se inscribió en la triste nómina escritores nacionales a los que, por diversas razones, generalmente de "corrección política", se les ha negado el Premio Nacional de Literatura, junto a Vicente Huidobro, Juan Emar, Enrique Lihn, Miguel Serrano, Jorge Teillier, Enrique Lafourcade y Roberto Bolaño. El pago de Chile a sus grandes literatos.
SUS ÚLTIMOS DÍAS
Las asperezas de una existencia sufrida han hecho gran mella en María Luisa. Enajenada, extraña en su propia tierra, se ha volcado con ferocidad al alcohol. Su hermoso rostro, bello como ángel renacentista, se ha avejentado, se ha hinchado, se ha vuelto mustio. Casi se ha destruido. Las arrugas del dolor y del sufrimiento la cubren.
Abandonada y arruinada, encuentra alojo en el albergue de Héctor Pecht, en Santiago. Su hija apenas contesta las largas cartas que le envía, casi por protocolo. El Régimen Militar le concede una pensión de gracia, desde 1978, gracias a la petición de Borges. Algunos arrogantes intelectuales nacionales la miran con desdén: le critican su breve época creativa, la recalcan como una escritora marchita y destacan su ausencia de obras recientes, y sus adicciones. La consideran agotada. Muere antes de morir.
La flama de la vida se le extingue. Bebe vino exageradamente. Visita con regularidad la casa de su colega, la escritora Isabel Velasco. Otra literata, Sara Vial, defiende en vano aún su derecho a los premios que le han sido injustamente negados. Cae hospitalizada varias veces, pues su vicio le ha destruido el hígado.

En esta lenta agonía, ahogada entre los tormentos del exceso y la melancolía, fallece en una posta pública del Hospital El Salvador, en Providencia, a las 3:20 de la madrugada del 6 de mayo de 1980. Una hemorragia digestiva le arrebata el último aliento, a sus casi 70 años de vida.
En su sentido funeral, en el Cementerio General, don Luis Sánchez Latorre, presidente de la Sociedad de Escritores de Chile y principal defensor de la Bombal en los jurados del Nacional de Literatura (llegó a renunciar por sus diferencias con el mismo, en 1978), exclamaría acongojado:
"Pero, ¿qué diablos nos pasa siempre con la literatura que nunca la tomamos en serio?... En nombre de la más cruel hojalatería de la contingencia, le rehusamos el reconocimiento público que la comunidad de los chilenos fundó para distinción de sus creadores".
En 1996, Lucía Guerra y Martín Cerda recopilaron varias obras inéditas de María Luisa Bombal, junto a otras ya publicadas, y las presentaron bajo el título "Obras Completas", de Editorial Andrés Bello.

Criss Salazar
Urvatorium 

©Marco Briceño A

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