Hay algo cautivante en las fotografías de María Luisa Bombal. Bajo esa chasquilla corta, de niñas traviesa, sus ojos parecen vivos, observantes, como si la hubiesen congelado en medio de una sesión de hipnosis. "Ojos de venadito asustado", como ella misma los describe en uno de sus personajes, por boca de otro. "Criatura tan preciosa como fantástica", al decir de Hernán Díaz Arrieta, Alone.
Su belleza triste, trágica, de rostro melancólico, parece transportar hasta sus propios años, hasta sus amarguras, sus tristezas y desgracias, las que siempre marcaron su convulsionada vida, por algún terrible sino de fatalidad.
Una mujer que amó mucho; perdidamente, y se vio condenada a
renunciar. Una escritora que, como la miel, concentró la calidad sobre la
cantidad, recibiendo en reconocimiento apenas unos cuantos premios que sólo la
alejaron del Nacional de Literatura, que jamás le fue concedido. Haberla
conocido y haberme enamorado tanto de sus libros como de esos ojos que sólo
puedo ver en fotografías en blanco y negro, es otro de los tantos favores que
le debo a mi querido profesor de juventud, don Domingo Espejo.
María Luisa fue sobrepasada por la vida. Por la vida y por la
muerte. Hasta intentó matarse y matar, estrangulada de amor. Fracasó en ambas
empresas.
Finalmente, se suicidó, se arrebató la existencia a sí misma, lentamente, copa a copa. No le bastó con ser castigada con el olvido, por la desidia y la ingratitud nacional. Su mundillo de enajenaciones surrealistas y paisajes oníricos se diluyó como sus las flores de hielo de sus mismas narraciones, en el crisol de lo profano, de lo vulgar, abandonando este mundo lejos del pedestal de jade que merecía una de las más grandes escritoras latinoamericanas de todos los tiempos, traducida en su tiempo a idiomas tan distantes como el japonés.
Finalmente, se suicidó, se arrebató la existencia a sí misma, lentamente, copa a copa. No le bastó con ser castigada con el olvido, por la desidia y la ingratitud nacional. Su mundillo de enajenaciones surrealistas y paisajes oníricos se diluyó como sus las flores de hielo de sus mismas narraciones, en el crisol de lo profano, de lo vulgar, abandonando este mundo lejos del pedestal de jade que merecía una de las más grandes escritoras latinoamericanas de todos los tiempos, traducida en su tiempo a idiomas tan distantes como el japonés.
SUS
ORÍGENES Y SU VIAJE A PARÍS
María Luisa Bombal nació con la proximidad del centenario de la Independencia de
Chile, en el Paseo Monterrey de Viña del Mar, el 8 de junio de 1910. Sus padres
fueron Martín Bombal Videla y Blanca Anthes Precht, familia sumamente
afrancesada que determinó el destino de la romántica niña que, como ella misma
dijera, "escribía poesía
en prosa".
Mientras realizaba sus estudios en el Colegio de las Monjas
Francesas, fue golpeada por la muerte de su padre, en 1923. Doña Blanca
decidió, entonces, mudarse hasta París, donde María Luisa pasaría la mayor
parte de su adolescencia y juventud estudiando en el Convento de Notre Dame de l’Assomption y luego en el College Sainte Geneviève. Se
titularía después en la licenciatura en Literatura y Filosofía en la Universidad de La Sorbonne.
Durante todo este período, sin embargo, no lo pasó bien. Su
madre solía dejarla sola por largas jornadas, junto a sus hermanas, para salir
a disfrutar de los placeres y atractivos dominicales de la Ciudad de la Luz.
Desde temprano,
entonces, María Luisa debió tomar conciencia de la soledad, que marcaría la
mayor parte de su vida -irónicamente- como única compañía constante.
La personalidad de la bella joven se perfila ya como la de una
mujer tímida, modesta. Su carácter risueño, que durará hasta el final de sus
días, esconde la terrible introversión que domina todas sus conductas. También
evidenciará una debilidad, misma que la llevaría a la tumba: el alcohol.
En la adolescencia.
LOS
DOLORES DEL ALMA
Motivada por la dramaturgia, que ocuparía una fracción de sus
trabajos, regresó a Chile en 1931. Se enamoró con la intensidad que sólo ella
conocía del hombre que recibe a su familia en Santiago, y su galán, el pionero
de la aviación civil Eulogio Sánchez Errázuriz, le ofrece matrimonio según
Oreste Plath. Quizás fuera su primer hombre en varios sentidos, según se deduce
de las declaraciones que ella misma daría tiempo después.
Pero la relación fracasa y es abandonada. El amor que María
Luisa siente por Eulogio no es correspondido ni proporcional. Con el corazón
destrozado, intenta suicidarse en la propia casa de su amado y con el arma de
fuego de éste. Una cicatriz sobre su hombro le recordará por el resto de la
vida lo cerca que llegó a acosarle la muerte.
En 1933, aún dolorida y triste, emigró a Buenos Aires. "No podía seguir viviendo
entre sombras interiores", diría Plath. Aloja en la casa que el poeta
Pablo Neruda tenía en la capital argentina, cuando oficiaba como Cónsul de
Chile. Esta experiencia parece haber activado algún fuego interior en María
Luisa, especialmente por haberse reclutado en el grupo de intelectuales de las
letras de la Revista
"Sur", dirigida por Victoria Ocampo, donde comienza su carrera
literaria propiamente tal. Allí conocerá al artista plástico Jorge Larco, con
quien vivirá un romance efímero, con matrimonio y separación incluidos. Después
lo acusaría de ser homosexual y de haberse casado con él sólo por buscar
compañía.
María Luida también hizo amistad con el gran Jorge Luis Borges,
la que perduró toda la vida. No sabía, por entonces, que el autor de "El
Aleph" ayudaría a dignificar los últimos años de existencia. En este
ambiente, se codea además con Alfonsina Storni, Federico García Lorca y Conrado
Nalé-Roxlo, entre otros.
Su juventud. Sonriendo, pese a todo.
Un retrato en acuarela, hecho por Larco.
PRIMERA
PUBLICACIÓN
En 1935, publica en la revista argentina su primera entrada al
mundo de los pasajes de ensoñación y fantasía onírica: "La Última
Niebla", inspirada precisamente en su relación con Eulogio, según
reconociera ella misma ya hacia el final de sus días.
Ya se ve, en este trabajo, el sello que después sería
característico de la escritora: mujeres depresivas, melancólicas y ensimismadas
son sus protagonistas, atrapadas en realidades dolorosas, de las que sólo la
imaginación y la evasión puede rescatarlas. Casi es un reflejo de lo que sería
su vida. Un hombre se presenta siempre como una sombra tormentosa, como una
presencia-ausencia, como si los principios junguianos del animus y el ánima se eclipsaran.
"La muchacha que yace en ese ataúd blanco -escribe allí-, no hace dos días
coloreaba tarjetas postales, sentada bajo el emparrado. Ahora está aprisionada,
inmóvil, en ese largo estuche de madera, en cuya tapa han encajado un vidrio
para que sus conocidos puedan contemplar su postrera expresión".
"Me acerco y miro, por primera vez, la cara de un
muerto".
"Veo un rostro descolorida, sin ni un toque de
sombra en los anchos párpados cerrados. Un rostro vacío de todo
sentimiento".
"Esta muerta, sobre la cual no se me ocurriría
inclinarme para llamarla porque parece que no hubiera vivido nunca, me sugiere
de pronto la palabra silencio. Silencio, un gran silencio, un silencio de años,
de siglos, un silencio aterrador que empieza a crecer en el cuarto y dentro de
mi cabeza".
También se observa con "La Última Niebla" la
exquisitez poética de sus descripciones, la maravilla del detalle, como si
realmente dictara sus relatos entre sueños, con sus visiones de otro mundo:
"Me acomete una extraña languidez. Cierro los ojos
y me abandono contra un árbol. ¡Oh, echar los brazos alrededor de un cuerpo
ardiente y rodar con él, enlazada, por una pendiente sin fin... Me siento
desfallecer y en vano sacudo la cabeza para disipar el sopor que se apodera de
mi".
"Entonces me quito las ropas, todas, hasta que mi
carne se tiñe del mismo resplandor que flota entre los árboles. Y así desnuda y
dorada, me sumerjo en el estanque".
"No me sabía tan blanca y tan hermosa. El agua
alarga mis formas, que toman proporciones irreales. Nunca me atreví antes a
mirar mis senos; ahora los miro. Pequeños y redondos, parecen diminutas coronas
suspendidas sobre el agua".
"Me voy enterrando hasta la rodilla en una espesa
arena de terciopelo. Tibias corrientes me acarician y me penetran. Como con
brazos de seda, las plantas acuáticas me enlazan el torso con sus largas
raíces. Me besa la nuca y sube hasta mi frente el aliento fresco del
agua".
Imagen de su joven época en París.
"LA AMORTAJADA "
Reconocida por sus pares platenses, María Luisa se animó a
publicar un nuevo trabajo en 1938: "La Amortajada ", donde
se hará claro que la pluma de la escritora está cautiva en palacios imaginarios
y en los reinos de Morfeo, de bosques y lagos encantados, a los cuales viaja
una y otra vez para arrebatar fragmentos de realidad inocente, infantil, ajenas
al vulgo:
"Sobre las rodillas de la niña, la lechuza mantenía
abiertos los ojos, unos ojos redondos, amarillos y mojados, fijos como una
amenaza. Pero, sin inmutarse, la niña sostenía la mirada. "No está bien
muerta. Me ve. Ahora cierra los ojos poquito a poco... ¡Mamá, mamá, los
párpados le salen de abajo!"."
"Pero ella no la escuchaba sino a medias, atenta a
la masa violeta y sombría, que, desde el fondo del horizonte, avanzaba al
encuentro del carruaje".
“¡Niños, a subir el toldo! Una tormenta se nos viene
encima!”.
"Fue cosa de un instante. Fui sólo un viento oscuro
que barrió contra ellos, ramas secas, pedregullo e insectos muertos".
La novela de "La Amortajada " estaba destinada a ser
reconocida como el más importante de los aportes de María Luisa Bombal a las
letras nacionales. Cuando se pasea por los pasajes mágicos del relato, no
cuesta entender porqué. La fascinación por las fantasías es su camino a la
plenitud, repitiendo símbolos arquetípicos como árboles, insectos y jardines:
"...Que ella tejía, no hasta sino tejer en la
veranda de cristales que abría sobre el jardín, y que la suerte había querido
que el fundo de él, aquella negra selva inculta, no dispusiera de un solo
camino transitable; que así, de paso por un camino prestado, pudo admirarla,
tarde a tarde, durante un año... que un pesado nudo de trenzas negras doblegaba
hacia atrás su cabeza, su pequeña y pálida frente. Aquella primavera, como para
tocar su mejilla, un árbol entraba al aposento, sus ramas cargadas de flores y
de abejas..."
Los lectores chilenos pudieron conocer "La Amortajada " en
1941, cuando fue publicado por Editorial Nascimiento. Sin embargo, sería aquél
uno de los peores años en la vida de la autora.
MÁS
PUBLICACIONES
María Luisa continuó escribiendo en Buenos Aires. En la revista
"Sur", publicó a continuación "El Árbol" y "Las Islas
Nuevas", durante el año 1939, que continuarían con su senda de ensoñación
en las letras.
Esto es lo suyo. Es definitivo. Allí se observa su obsesión, en "El Árbol", inducida ahora por los maestros de la música selecta:
Esto es lo suyo. Es definitivo. Allí se observa su obsesión, en "El Árbol", inducida ahora por los maestros de la música selecta:
"¡Mozart! Ahora le brinda una escalera de mármol
azul por donde ella baja entre una doble fila de lirios de hielo. Y ahora se
abre una verja de barrotes con puntas doradas para que ella pueda echarse al
cuello de Luis, el amigo intimo de su padre. Desde muy niña, cuando todos la
abandonaban, corría hacia Luis. Él la alzaba y ella le rodeaba el cuello con
los brazos, entre risas que eran como pequeños gorjeos y besos que le disparaba
aturdidamente sobre los ojos, la frente y el pelo ya entonces canoso (¿es que
nunca había sido joven?) como una lluvia desordenada. "Eres un collar-le
decía Luis-. Eres como un collar de pájaros"."
También formula allí una de las más hermosas descripciones que
se haya hecho sobre la lluvia:
"Un pesado aguacero no tardaría en rebotar contra
sus frías hojas. ¡Qué delicia! Durante toda la noche, ella podría oír la lluvia
azotar, escurrirse por las hojas del gomero como por los canales de mil goteras
fantasiosas. Durante toda la noche oiría crujir y gemir el viejo tronco del
gomero contándole de la intemperie, mientras ella se acurrucaría,
voluntariamente friolenta, entre las sábanas del amplio lecho, muy cerca de
Luis".
"Puñados de perlas que llueven a chorros sobre un
techo de plata. Chopin.Estudios de
Federico Chopin".
Y en "Las Islas Nuevas", las divagaciones de mundos
etéreos flotan solas por los párrafos:
"Mientras tanto, ella está en el extremo del jardín.
Está agotada contra la última tranquera del monte, como sobre la borda de un
buque anclado en la llanura. En el cielo, una sola estrella, inmóvil; una
estrella pesada y roja que parece lista a descolgarse y hundirse en el espacio
infinito. Juan Manuel se apoya a su lado contra la tranquera y junto con ella
se asoma a la pampa sumida en la amarillosa luz saturnal. Habla. ¿Qué le dice?
Le dice al oído las frases del destino. Y ahora la toma en sus brazos. Y ahora
los brazos que la estrechan por la cintura tiemblan y esbozan una caricia
nueva. ¡Va a tocarle el hombro derecho! ¡Se lo va a tocar! Y ella se debate,
lucha, se agarra al alambrado para resistir mejor. Y se despierta aferrada a
las sábanas, ahogada en sollozos y suspiros".
"Durante un largo rat0 se mantiene erguida en las
almohadas con el oído atento. Y ahora la casa tiembla, el espejo oscila
levemente, y una camelia marchita se desprende por la corola y cae sobre la
alfombra con el ruido blando y pesado con que caería un fruto maduro".
REGRESO
A CHILE Y ESCÁNDALO DEL CRILLÓN
La escritora decidió volver a Chile en 1940, cuando concluyó su
trabajo "Mar, cielo y tierra".
Estando ya en Santiago, su obra "La Amortajada " fue
publicada por Nascimiento, como hemos dicho, y en 1941 recibió su primera
congratulación: el Premio de la
Novela de la Ilustre Municipalidad de Santiago. Sin embargo,
el buitre de la desgracia había vuelto a posar la sombra de sus alas sobre
ella, ese año, con un controvertido acontecimiento que condenó su destino y
clavó definitivamente su vida en la estaca de la desdicha, desde aquel instante
y para siempre.
Volver hasta su país la había puesto de frente, otra vez, con
los dolores de un espíritu roto. No soportaba estar en la misma ciudad donde
moraba también el hombre que no ha dejado de amar, en todos estos años.
Santiago es su calvario. No puede olvidar a Sánchez Errázuriz. Cae en
depresiones y adquiere un arma. Mala combinación; pésima.
El 21 de enero de 1941, María Luisa, enamorada hasta la
perdición, se estrella con una postal de horror: ve a Eulogio saliendo del
entonces famoso Hotel Crillón,
ubicado en Huérfanos con Agustinas, y del que sobreviven sus hermosas columnas
y faroles en esta esquina. La escritora pierde el juicio, y descarga tres tiros
de su arma contra él.
Sánchez Errázuriz cae herido gravemente, pero se recupera. El escándalo es mayúsculo en la sociedad santiaguina.
Sánchez Errázuriz cae herido gravemente, pero se recupera. El escándalo es mayúsculo en la sociedad santiaguina.
Tras tocar con un pie la tumba, Eulogio se recupera y exime de
todos los cargos a su ex novia. Los tribunales de justicia toman en
consideración su gesto y logra zafarse del cargo de intento de homicidio. Ha
pasado algunos meses por la correccional, perdida en sus sueños, en sus
descripciones oníricas, ahora convertidas en pesadillas.
Sánchez Errázuriz contrajo matrimonio pero enviudó. El cáncer le
arrebató a su mujer. Más tarde, él mismo murió en un accidente aéreo. "Me arruinó la vida,
pero nunca pude olvidarlo", confesará María Luisa sobre su amor
imposible, por el resto de su tempestuoso paso por el mundo.
María Luisa, en 1941.
SU
EXPERIENCIA EN ESTADOS UNIDOS
La vergüenza y el reproche social le obligan a viajar a Estados
Unidos, hacia 1942. Por segunda vez en su joven existencia, María Luisa Bombal
debe autoexiliarse, traicionada por el corazón.
Esta experiencia, de 20 años, podría haber sido una consagración
envidiable para su carrera, y la oportunidad de lavar las heridas. Pero el
fantasma del infortunio continuó asediándola sin piedad.
Vivía en una triste soledad en el gran país. Su adicción al
alcohol había empeorado. Curiosamente, y pese a haber pasado tanto tiempo en el
extranjero, "algo" continuaba atándola íntimamente con su patria.
¿Sería su amor frustrado? Nunca optó por la nacionalidad estadounidense, pese a
que esto le significaba algunas limitaciones y también le privó de recibir premios
en esas tierras. En tanto continuaba escribiendo obras de teatro, ahora en
inglés, publicando en 1946 su trabajo "La Historia de María
Griselda". Poco después comenzó a trabajar en la UNESCO.
"La Última Niebla" se hizo conocida en la sociedad
norteamericana, por entonces. Los productores de Hollywood se interesaron en el
guión y compraron los derechos, por lo que María Luisa se trasladó hasta
California para participar del proyecto fílmico de su obra, trabajando para el
famoso director John Huston. La reescribe con el título de "The House of
Mist" y también redacta el guión. Lauren Bacall y Humphrey Bogart, la
pareja más famosa del medio, iban a tener los roles protagónicos.
Pese a las varias postergaciones, todo parecía seguro para
consumar el proyecto, cuando se iniciaron las famosas investigaciones
promovidas por el Senador Joseph R. McCarthy, contra la infiltración comunista
en el mundo de las artes, espectáculos y la cultura yanqui. Bacall y Bogart,
ambos comprometidos con el izquierdismo, despiertan las sospechas de quienes
sostienen la lupa.
Ante la desazón de María Luisa, Huston es obligado a detener el proyecto cinematográfico.
Ante la desazón de María Luisa, Huston es obligado a detener el proyecto cinematográfico.
María Luisa en la
madurez, durante su vida en EE.UU.
UNA
FAMILIA PROPIA
La escritora se había cambiado hasta la otra costa, y se
establece en New York. Había conocido, en tanto, a Raphäel de Saint-Phalle,
Conde y prestigioso banquero francés, con quien contrajo matrimonio el 1º de
abril de 1944. Con él tiene su primera y única hija: Brigitte de Saint Phalle
Bombal. Aunque el nombre Brigitte era el de uno de sus personajes de
novelas, la vida le obligará a ver escasamente a su amada hija en tiempos
posteriores.
Su matrimonio no tarda en entrar en crisis, con constantes
rupturas y vueltas, desde allí en adelante. Visita Chile, entre medio, como si
su ancla siguiera acá, en este país donde viviese tanta ingratitud. Tarde o
temprano, entonces, tendría que regresar.
El rigor de la vida ha comenzado a agotar su capacidad de
plasmar magníficamente los sueños, en las hojas impresas. En 1960, publica su
último trabajo propio: "La
Maja y el Ruiseñor". Al año siguiente, Alone escribiría sobre ella, recordando un
encuentro:
"Antes de media hora entraba al "living"
un ser completamente extraordinario; no por la manera de vestir: era una señora
elegante; ni por el modo de hablar, aunque vehementísimo; tampoco la cara,
juvenil, animada, con unas chasquillas infantiles y un mirar directo, al mismo
tiempo curioso y natural, con algo más allá de las pupilas, una especie de
iluminación, acaso simplemente por una razón muy sencilla y del todo
explicable: por esa invisible vestidura que cada cual recibe al nacer y lo
acompaña a donde va, que lo precede y lo sigue".
VUELTA
A CHILE Y NEGACIÓN DEL PREMIO NACIONAL
En 1969, Saint-Phalle fallece, dejando viuda a María Luisa.
Soportará en tal condición sólo unos pocos años más en Norteamérica. Sintiendo
terminada su larga aventura en los Estados Unidos, decide regresar en 1971.
Tras un nuevo paso por Buenos Aires, viaja a la capital chilena que, por
entonces, estaba sobrepasada por los conflictos políticos y el olor a pólvora
rondando en el aire.
Aunque su pasado aún la persigue, su regreso a Santiago le
brinda la oportunidad del reconocimiento que se le ha negado por décadas. En
1975, recibe el Premio Ricardo Latcham, otorgado por el Pen Club; y en 1976 es
condecorada con el Libro de Oro de los Amigos del Libro y el Premio Academia
Chilena de la Lengua. En
1978, recibe el Premio Joaquín Edwards Bello.
Pero nada de esto es suficiente para sus seguidores: inevitablemente, será propuesta para el Premio Nacional de Literatura.
Pero nada de esto es suficiente para sus seguidores: inevitablemente, será propuesta para el Premio Nacional de Literatura.
Encuentra opositores en los círculos intelectuales de la época:
El Director de la DIBAM
y jurado del premio, Enrique Campos Menéndez, se resiste a la premiación de la
escritora. Desde ambos lados del espectro político la cuestionan, no faltando
las excusas. Más tarde, el mismo Campos Menéndez estará en su funeral, dando un
encendido discurso sobre cuánto merecía el premio.
¿Por qué, finalmente, no recibió el Premio Nacional de
Literatura? El debate al respecto sigue vigente. Es cierto que la calidad de
los competidores fue relativamente alta en las entregas donde compitió María
Luisa. En 1974 lo recibió Sady Zañartu, a nuestro juicio el más digno merecedor
de todos los que se lo arrebataron a la escritora. Aunque gran parte de su
trabajo está más relacionada con la investigación histórica, recién ese año se
había creado el Premio Nacional de Historia y lo recibió otro destacado
estudioso: Eugenio Pereira Salas. A la sazón, Zañartu tenía 81 años, por lo que
esto puede haber garantizado, además, la orientación del jurado al premiarlo
ese año, descartando a los favoritos como María Luisa y Alberto Romero.
Pero, en 1976, fue premiado Arturo Aldunate Phillips, y en 1978
Rodolfo Oroz. Comparados con ella, ambos literatos palidecen. Los dos habían
sido respaldados por la
Academia de la
Lengua , no obstante. A María Luisa, en cambio, se le seguía
enrostrando la"poca obra" que
acumulaba, pese a que, en 1976, los amigos de la literata habían publicado en
Chile sus trabajos "La
Historia de María Griselda" y "Las Trenzas",
con lo que habían creído superado este estigma. Hasta Jorge Luis Borges viajó a
Chile en 1976, para solicitarle al General Pinochet una pensión de gracia para
María Luisa. Alone también proclama su preferencia por la
escritora, desde "El Mercurio". Y Borges regresa a Chile en 1977,
esta vez a Valparaíso, donde presenta y comenta "La Historia de María
Griselda" en favor de la postulación de su amiga.
Pero ni siquiera esta fórmula resultó: la decisión de no premiarla, ya había sido tomada.
Pero ni siquiera esta fórmula resultó: la decisión de no premiarla, ya había sido tomada.
Así, María Luisa Bombal se inscribió en la triste nómina
escritores nacionales a los que, por diversas razones, generalmente de
"corrección política", se les ha negado el Premio Nacional de
Literatura, junto a Vicente Huidobro, Juan Emar, Enrique Lihn, Miguel Serrano,
Jorge Teillier, Enrique Lafourcade y Roberto Bolaño. El pago de Chile a sus
grandes literatos.
SUS
ÚLTIMOS DÍAS
Las asperezas de una existencia sufrida han hecho gran mella en
María Luisa. Enajenada, extraña en su propia tierra, se ha volcado con
ferocidad al alcohol. Su hermoso rostro, bello como ángel renacentista, se ha
avejentado, se ha hinchado, se ha vuelto mustio. Casi se ha destruido. Las
arrugas del dolor y del sufrimiento la cubren.
Abandonada y arruinada, encuentra alojo en el albergue de Héctor
Pecht, en Santiago. Su hija apenas contesta las largas cartas que le envía,
casi por protocolo. El Régimen Militar le concede una pensión de gracia, desde
1978, gracias a la petición de Borges. Algunos arrogantes intelectuales
nacionales la miran con desdén: le critican su breve época creativa, la
recalcan como una escritora marchita y destacan su ausencia de obras recientes,
y sus adicciones. La consideran agotada. Muere antes de morir.
La flama de la vida se le extingue. Bebe vino exageradamente.
Visita con regularidad la casa de su colega, la escritora Isabel Velasco. Otra
literata, Sara Vial, defiende en vano aún su derecho a los premios que le han
sido injustamente negados. Cae hospitalizada varias veces, pues su vicio le ha
destruido el hígado.
En esta lenta agonía, ahogada entre los tormentos del exceso y la melancolía, fallece en una posta pública del Hospital El Salvador, en Providencia, a las 3:20 de la madrugada del 6 de mayo de 1980. Una hemorragia digestiva le arrebata el último aliento, a sus casi 70 años de vida.
En esta lenta agonía, ahogada entre los tormentos del exceso y la melancolía, fallece en una posta pública del Hospital El Salvador, en Providencia, a las 3:20 de la madrugada del 6 de mayo de 1980. Una hemorragia digestiva le arrebata el último aliento, a sus casi 70 años de vida.
En su sentido funeral, en el Cementerio General, don Luis
Sánchez Latorre, presidente de la
Sociedad de Escritores de Chile y principal defensor de la Bombal en los jurados del
Nacional de Literatura (llegó a renunciar por sus diferencias con el mismo, en
1978), exclamaría acongojado:
"Pero, ¿qué diablos nos pasa siempre con la
literatura que nunca la tomamos en serio?... En nombre de la más cruel
hojalatería de la contingencia, le rehusamos el reconocimiento público que la
comunidad de los chilenos fundó para distinción de sus creadores".
En 1996, Lucía Guerra y Martín Cerda recopilaron varias obras
inéditas de María Luisa Bombal, junto a otras ya publicadas, y las presentaron
bajo el título "Obras Completas", de Editorial Andrés Bello.
Criss Salazar
Urvatorium
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