Era muy raro su mundo, en su taller tenía muchas cosas, tenía mil televisores, quinientos celulares, muchos computadores, la carcasa de un avión comercial completo, tenia juguetes, microondas, jugueras, planchas, en general solo basura, el viejo terco estaba seguro que podía darle vida nuevamente.
Al poco tiempo el viejo añejo murió, todas sus cosas quedaron botadas al tiempo y la intemperie, un amigo que fue a verlo en su funeral y entierro se quedó a ocupar el lugar del viejo añejo, y como tenia la misma edad y mucho de parecidos, esta historia se volvió a repetir.
Al poco tiempo llevo a su joven sobrino para que lo acompañase y aprendiese todas las cosas que le enseñara, ambos se hicieron experto en darle vida a las cosas electrónicas con las piezas mutiladas, en las noches sin saberlo, los artefactos electrónicos daban señales de aun estar viviendo y eso que no tenía electricidad, se encendían y todos juntos hacían sus sonidos propios de cuando se encontraban funcionando, encendían luces, echaban chispas y en realidad metían harta bulla, en la madrugada asustaban al joven pero no el viejo que ya estaba acostumbrado y seguía roncando en su cama con media docena de perros heredados.
Marco Briceño
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